Que me perdonen los perros, las flores, los saquitos de té de hierbas,
las paletas del ventilador que nunca desempolvé, las zapatillas rotas,
las polleras cortas, ese mail sin revisar. Que me perdonen los libros tirados, que desde que volvieron de tu casa sólo dicen tu nombre. Perdón para aquella taza blanca. Que me perdonen si es que
quieren los maestros, los pupitres escritos con lapicera, los silencios y
tu boca.
Caduca la espera cuando comenzamos a olvidar, cuando damos por
sentada la distancia voluntaria... cuando no sabemos cómo decir...
Y entonces que me perdonen las montañas y ese río inmenso, las babies,
los gatos, las cervezas, las copas a medio llenar, las noches sin fin de verano, la
carpa, los portazos sin puertas...Que me perdonen, también los nísperos, la flor de liz, la cocina a medio pintar... y que nos perdonen a los dos las
risas y los suspiros, los mates, los enojos, los teamos.
Que nos perdonen los inviernos por no saber cómo dejarnos querer, como
querernos sin olvidos ni barreras, resistentes a la lluvia y a los
viajes. Que me perdonen las hormigas y a vos los abejorros, las botellas de
agua vacías y guardadas en la heladera,las sopas de invierno, la ropa de feria, los sueters de abuelx, las castañas de cajú, las alarmas de los teléfonos siempre despertándonos en este juego.
Que nos perdonen los delirios, Kubrick, Jodorowsky, Julio Cortázar, y el amor en parís,
que nos perdonen las bandas de música, la fainá de Córdoba, el gatito que un día quiso vivir en casa y granito de arroz. Que te perdone mi boca, mi panza, mi espalda,
mis lunares que te amaron, que me perdone tu alma
y que me libere.